Carta nº1

Sex and the City... ¿Por qué sigue siendo relevante?

 

Cuando Sex and the City irrumpió en HBO en 1998, no solo presentó a cuatro mujeres en Manhattan; abrió una conversación que hasta entonces era impensable en la televisión.

 

Sexo, soledad, maternidad, dinero, cuerpos, miedo al fracaso, la eterna pregunta de si es posible “tenerlo todo”… El brunch dejó de ser un simple desayuno y se convirtió en un ritual cultural: un espacio donde hablar en voz alta de lo que siempre se había susurrado. La serie convirtió la intimidad femenina en espectáculo colectivo, y en ello radicó su verdadera revolución.

 

Carrie Bradshaw: la primera antiheroína de la TV

Carrie Bradshaw, con sus columnas y sus contradicciones, se convirtió en la primera antiheroína de la televisión. Imperfecta, egoísta, obsesiva, brillante y frágil a la vez.

Y esa imperfección fue liberadora. Por fin las mujeres podían ocupar el centro de la narrativa sin necesidad de ser ejemplares; podían equivocarse, ser contradictorias, equivocarse otra vez, y seguir siendo protagonistas.


Esa audacia explica por qué, dos décadas más tarde, seguimos volviendo a Sex and the City. Porque, lo queramos o no, los dilemas de fondo no han desaparecido: la presión por “tenerlo todo”, el juicio hacia la mujer que envejece sola, la contradicción entre feminismo y consumo. Lo problemático no es solo la mirada limitada del show —blanca, rica, heteronormativa—, sino el hecho de que casi treinta años después, muchas de esas tensiones persisten intactas. El vacío cultural sigue ahí: todavía son pocas las narrativas que han dedicado noventa y cuatro episodios a explorar los deseos, los miedos y las conversaciones de mujeres adultas con la misma honestidad.

 

 

La moda: el símbolo más importante de Sex and the City

 

La moda fue el otro gran lenguaje de la serie. Más que un vestuario, fue un relato paralelo. Carrie vestía como pensaba: un collage de texturas y excesos que de alguna manera lograban armonía. Miranda traducía su pragmatismo en trajes de poder y ropa funcional. Charlotte habitaba un romanticismo pastel que se desmoronaba junto con sus ilusiones. Samantha convertía cada look en armadura de deseo. Los Manolos, el bolso baguette o el tutú de Times Square eran símbolos: objetos que hablaban de estatus, control, aspiración e identidad.

 

 

En Atemporel, nos inspira Sex and the City porque nunca buscó la perfección.Sus personajes, sus contradicciones, sus excesos: todo formaba parte del encanto.Así entendemos también la moda — como un espacio de libertad, de juego y de descubrimiento.Un lugar donde equivocarse no es un error, sino una forma de seguir explorando quiénes somos.

 

¡Gracias por leernos!

Con cariño, 

Atemporel <3